Comisiones Obreras de Extremadura | 29 marzo 2024.

Sexismo benevolente

    Teodora Castro Hernández. Secretaria de Mujer de CCOO de Extremadura

    08/03/2015.

    Dice la RAE que sexismo, en su segunda acepción, es: ?Discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro?. Con esa definición en la mano, que tire la primera piedra quien se considere sexista. No, no habrá primera piedra, porque encontrar hoy a una persona que se declara sexista es rara avis. Como también lo es encontrar a alguien (salvo en los extremos ideológicos) que se declare racista. Por eso sé que voy a entrar en un terreno escabroso.
    Escribir (o hablar) de sexismo podría resultar sencillo si no fuera porque el debate de éste, o cualquier aspecto relacionado con la igualdad de mujeres y hombres se poraliza y, en los extremos sale lo peor del machismo. Solo hay que echar un vistazo a los comentarios que se despliegan en cualquier medio o red social cuando aparece una noticia que versa sobre la igualdad de género.
    El sexismo existe. Es cierto que en su forma más explícita y visible suele tener una fuerte contestación social, más de los movimientos feministas y menos de los organismos oficiales. Basten como ejemplo las denuncias a conocidos hipermercados por vender ?biquini con relleno destinado a niñas de 9 a 14 años? o ropa para bebés con inscripciones  tales como "inteligente como papá", "bonita como mamá". 
    Pero el sexismo, como la energía, se transforma. En esa mutación hoy se habla de neosexismo: más sutil, más encubierto, más tóxico. Lo definió Tougas en 1995 como ?la manifestación de un conflicto entre valores igualitarios junto a sentimientos negativos residuales hacia las mujeres?. Dicho en plata, que en la actualidad nos movemos entre el reconocimiento incuestionable de la igualdad formal (?todas las personas somos iguales ante la ley, dice la Constitución Española), y la creencia de que una vez conseguida la igualdad formal, la tarea ha concluido.
    Las investigaciones (Swin et al, 1995) realizadas al respecto desmenuzan los pilares en los que se asienta el sexismo moderno, centrándolas en tres: negación de la discriminación, antagonismo ante las demandas de las mujeres y resentimiento acerca de las políticas de apoyo que consiguen. Derivada de esos estudios aparece la teoría del sexismo ambivalente enunciada, por Glick y Fiske en 1996. Lo que viene a aclarar esa teoría es que, en la actualidad, coexisten formas de sexismo tradicionales (sexismo hostil) y nuevas (sexismo benevolente)
    El sexismo hostil legitima el control social que ejercen los hombres y sitúa a las mujeres como grupo subordinado. Expresado así podría pensarse que este tipo de sexismo ya no existe, pero vean desde esta óptica los recientes gritos de los aficionados (aquí el término es marcadamente masculino) del equipo de futbol que durante un partido gritaron: ?Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien?. Machismo puro, apología de la violencia, sexismo hostil.
    El otro, el sexismo benevolente, idealiza a las mujeres como esposas, madres, objetos románticos, otorgando valor a esos papeles tradicionales convirtiéndolos en esenciales para nosotras, las mujeres. Ahí tienen ustedes a Gallardón (ya ex ministro, cierto, pero su partido aún nos gobierna) y su ya famosa frase ?La libertad de la maternidad es lo que hace a la mujeres auténticamente mujeres?.
    La particularidad del sexismo benevolente es que tiene un tono afectivo positivo, que suele expresarse en conductas de protección y ayuda del hombre hacía la mujer. Un paternalismo engañoso que no hace más que cambiar el prototipo de ?mujer inferior? por el de ?mujer diferente?.
    Es esa diferencia marcada desde los valores exclusivamente masculinos la que, en los contextos laborales, por ejemplo, se traduce en la creencia de que hay profesiones más adecuadas para las mujeres que para los varones porque ellas son más frágiles, más sensibles, pero serán los peor pagados. Que hay algunos tipos de jornadas que mejor se adaptan a los tiempos y necesidades de las mujeres, porque les ayuda a conciliar, pero solo a ellas; o que a la alta dirección de las empresas se llega por méritos y capacidad pero solo, otra vez, cuando se trata de mujeres.
    Hombres y mujeres podemos desaprender el sexismo aprendido, unos para valorar desde parámetros igualitarios, otras para empoderarse en igualdad y juntos para desafiarlo. Fechas como la del 8 de Marzo, Día Internacional de las Mujeres, sirven para renovar los compromisos personales y colectivos con la igualdad de mujeres y hombres.